Iniciamos la publicación de las “Píldoras CEMO”.
Se trata de una colaboración de Javier Martín, miembro del comité asesor del CEMO, que redactará para CEMO breves definiciones de conceptos claves del mundo árabe y musulmán, para profundizar en nuestro conocimiento de la región y situación geopolítica la zona.
Javier Martín (Salamanca, 1972) es delegado de la Agencia EFE en el Norte de África, con sede en Túnez, y uno de los periodistas con mayor experiencia en Oriente Medio, donde vive desde hace 20 años. Más información
Proponemos que cualquier persona interesada en conocer un término en concreto, escriba a la dirección cemo@cemofps.org y trataremos de responder a la mayor brevedad desde nuestra página web.

Origen (División del Islam)

La división entre las dos principales ramas del Islam data año 632, fecha en la que el Mahoma murió sin designar sucesor. Una parte, liderada por Fátima, la hija predilecta del Profeta, reclamaba ese privilegio para su marido, Alí, y la estirpe de su padre (chiíes); otra, con su suegro Abu Bakr y varios generales casados con sus hermanas al frente, consideraban irrelevante el factor hereditario (sunies). La segunda opción triunfó hasta que en el año 656 Alí fue designado califa. Su poder duró cinco años. En el 661, un jariyi (la tercera rama en la que se escindió entonces el Islam) lo apuñaló un viernes de Ramadán durante la oración comunitaria en la mezquita de Kufa (actual Iraq). El asesinato desató la guerra entre los ortodoxos (suníes) y los seguidores de Ali (chíies) conocida como la gran Fitna.

Desenlace (División del Islam)

El líder de las fuerzas ortodoxas, en aquel entonces Muawiya I, gobernador de Damasco, y Hasan, el primogénito y heredero de Alí, firmaron una tregua que dejó el liderazgo de la comunidad en el primero, fundador de la dinastía Omeya. A la muerte de ambos se recrudeció el conflicto. En el año 680, tropas al mando de Yazid I, hijo de Muawiya, asesinaron a Husein, hermano de Hasan y nieto del Profeta de Mahoma, y a todo su clan en la ciudad de Kufa. La masacre está impresa a sangre y fuego en la conciencia en de los chiíes, que la consideran el cénit de la “gran usurpación”. Cada año rememoran este hecho para ellos fatídico en la fiesta de Ashura. Los sangrientos hechos de ese año supusieron la victoria del sunismo y la marginación de los chiítas, que no volvería a levantar cabeza hasta que en el albor del siglo XVI la dinastía  Safavid se adueñara de la antigua Persia. 

El conflicto en la actualidad (División del Islam)

Aunque aquella pugna por la sucesión es aún hoy la raíz del conflicto, la rivalidad actual tiene un marcado acento político relacionado con el pulso que Irán, único Estado chií del planeta, y Arabia Saudí, que falsamente se arroga el liderazgo de los sunníes, dirimen por la supremacía económica y la influencia regional. Manipulado por ambos, el cisma religioso ha devenido en un pretexto para enfrentar a la población y justificar políticas y acciones injustificables. También ha sido secuestrada por los grupos salafistas radicales y yihadistas, como el Estado Islámico y Al Qaida, que utilizan una desviada y rigorista interpretación del Islam (el wahabismo) que califica a los chiíes de herejes para defender su asesinato.
Los chiiíes suponen en la actualidad el 20 por ciento de los cerca de 2.000 millones de musulmanes que existen en el mundo. Afincados principalmente en Irán, las mayores comunidades están en Pakistán, Irak y el Líbano. También hay importantes concentraciones de chíes en el golfo Pérsico (principalmente en las provincias petroleras del este de Arabia Saudí, Bahrein, Kuwait), Afganistán, la India, Yemen, Siria y Azerbaiyán.

Irán

Desde que en 1979 el ayatolá Jomeini se apropiara de la revolución popular contra el último Sha de Persia y creara la República Islámica, Irán es una teocracia chií. Una condición, la de único estado chiíta del planeta, que ha llevado a Teherán a intentar extender su tutela al resto de comunidades chiíes del mundo. Más allá del eje político chií que forjó en 1987 con Siria y el grupo libanés Hizbula, su influencia religiosa hoy es relativa. La política, sin embargo, es extensa y está fuertemente arraigada. Pese a las cerca de cuatro décadas que sufrió de aislamiento y embargo internacional, su potencial económico, sus redes de inteligencia, su poderío militar y peso demográfico hacen que su participación sea esencial en cualquier iniciativa para pacificar la región. Levantadas las sanciones internacionales tras décadas de disputa nuclear con las grandes potencias, las tensiones aun densas entre los conservadores y los reformistas -que se han alternado durante estos años en el poder y cuyo ascenso o descenso ha influido siempre en el grado de apertura o cierre al exterior del régimen- y el pulso sobre la futura sucesión del líder supremo, el anciano y pragmático ayatolá Alí Jamenei- determinaran gran parte del devenir en la región y en la geopolítica mundial.

Arabia Saudí

Nacida en el siglo XVIII de una alianza entre el primer rey saudí y el fundador del wahabismo, interpretación herética y rigorista del Islam, Arabia Saudí es una monarquía absoluta que aplica de forma literalista los preceptos El Corán y la Sharía o ley islámica. Númen del radicalismo islámico,  su concepto de la religión y de la sociedad musulmana está en la base de los actuales movimientos yihadistas, que consideran a los chiíes apóstatas a los que es lícito asesinar. Desde  que en 1979 cayera el último Sha de Persia, se ha convertido en el principal aliado árabe de Occidente, posición que ha utilizado y aprovechado para difundir el wahabismo en el mundo. El asalto, ese mismo años, por parte de un grupo de salafíes saudíes a la Gran Mezquita de Las Meca -que concluyó con un baño de sangre- facilitó su estrategia, sostenida en la riqueza de genera el petróleo. En 1980, Arabia Saudí, Pakistán y Estados Unidos crearon el llamado “puente de los  muyahidin”, una fuerza de combate formada por radicales islámicos -que también utilizaron otros dictadores árabes-, destinada a combatir a las tropas soviéticas en Afganistán. Desplomado el muro de Berlín, la mayor parte de aquellos combatientes islámicos regresaron a su países de origen, donde no fueron bienvenidos. Despreciados, estos radicales utilizaron las redes financieras y de tráfico de armas tendidas en la década de los ochenta -y la caída del telón de acero- para crear la red terrorista internacional Al Qaida.
Arabia Saudí e Irán comparten el desprecio absoluto a las libertades individuales y los derechos humanos. Sin embargo, mientras que las grandes potencias han denunciado siempre con contundencia al régimen de Teherán -e impuesto sanciones por ello-, con Riad se ha mostrado siempre indulgente. La interpretación saudí-wahabí de la ley islámica (sharia) y su aplicación es similar a la que hacen Al Qaida y el Estado Islámico.

Irak

La invasión anglo-estadounidense de Irak en 2003 permitió que la reprimida mayoría chií del país arrebatara a la minoría suní el poder que durante décadas ejerció con puño de hierro. Destruido el Estado y desmantelado el Ejército, el reparto de poder entre chiíes y kurdos deparó la marginación de los suníes y abrió las puestas a su radicalización. Casi quince años después de esa ocupación -ilegal según la ley internacional y basada en una falsa acusación sobre la supuesta existencia de armas de destrucción masiva- aquel Irak ha dejado de existir: es un estado fallido con un gobierno chií en la capital y el sur del país, y otro kurdo prácticamente independiente en el norte. Las zonas suníes han quedado, por su parte, bajo control de los yihadistas del Estado Islámico.

Siria

La dinastía Al Asad, de origen chií, forjó en 1987 un eje político con Irán enfrentado a Arabia Saudí pese a que la mayoría de su población es suní. En 2011, Teherán y Riad aprovecharon el alzamiento contra el dictador para pervertir el espíritu social de la revuelta y convertirla en un caos de contendientes y grupos interpuestos que ha facilitado la implantación del Estado Islámico. La dictadura alawí dejó en libertad a decenas de radicales que penaban en su cárceles y que enseguida se sumaron a grupos de oposición wahabíes financiados desde el golfo Pérsico -principalmente Arabia Saudí- y a grupos yihadistas como Al Qaida y el Estado Islámico a los que Bachar al Asad abrió sus puertas. Su estrategia generó los frutos esperados. Los yihadistas frenaron el avance de la oposición laica e islamista moderada y contribuyeron a pervertir el alzamiento popular y convertir una revuelta en demanda de derechos, libertades y justicia social  en un conflicto poliédrico con demasiadas aristas e intereses internacionales. Cinco años después, y ayudado militar, políticamente y económicamente por Rusia e Irán, el régimen sirio ha recuperado gran parte del territorio perdido y se ha fortalecido lo suficiente como para entrar más solido que la oposición en un proceso negociador sobre el futuro de un país que tampoco existe ya.

Yemen

Sacudida por la “primavera árabe”, Yemen está inmerso en una guerra civil azuzada desde el exterior y fruto de las ambiciones de Arabia Saudí, que contribuyó a que fracasara el movimiento indignado, del oportunismo iraní, que observó una oportunidad para debilitar a su némesis suní, y de la importancia estratégica de su geografía, esencial en la ruta del petróleo. Una guerra sin fondo, forzada por intereses regionales, en la que también desempeña un papel esencial la red Al Qaida y cuyo resultado determinará, probablemente, el futuro de la casa al Saud. Una derrota, complicaría las relaciones y difíciles equilibrios entre los diferentes -y en ocasiones enfrentados- clanes que componen la familia Real y erosionaría la preminencia que ahora tiene la rama que lidera el rey Salmán y su hijo y futuro heredero, actualmente ministro de Defensa del reino.
Yemen Desarrollado en el siglo XVIII en el centro de la península Arábiga, el wahabismo es una interpretación ultra-conservadora y retrógrada del Islam suní que aboga por un retorno a los los supuestos orígenes de la religión y a la sociedad -ahora idealizada- que existía en tiempos del Profeta. Base en la que se asienta el reino Arabia Saudí, su interpretación desviada y medieval de la Sharia (ley islámica), su lectura literalista de El Corán y su concepción reaccionara de la tradicción islámica sostienen también la ideología de grupos como Al Qaida o el Estado Islámico. En nombre del wahabismo -que ciminaliza a los chiíes- las tropas saudíes perpetraron importantes matanzas de seguidores de Ali en el sur de Irak y las provincias del este de la península Arábiga en el albor del siglo XIX. El wahabismo, que se extendió a la zonas que hoy componen la India, Pakistán y Afganistán una centuria antes, es también la ideología detrás de los atentados suicidas y la lucha contra las fuerzas de ocupación británicas en ese área durante el colonialismo. Su base se asienta en las ideas de Ibn Taymiya, un monje guerrero que sembro el terror en Siria en el siglo XIII.